Grado de dificultad: 1 (Procuramos ser lo menos técnicos posible).
Columnista: Roberto
La torre Eiffel soporta todavía, en su punta, antenas para comunicaciones. Es un vestigio de una época donde la cobertura radio no se preocupaba del volumen de tráfico.
En las condiciones actuales, sería el arquetipo de la solución contraproducente.
Las antenas de celular, riesgo esencialmente social
Probablemente escucharon hablar (o vieron en las noticias en televisión), sobre protestas de comunidades en contra de antenas de telecomunicaciones, instaladas en parques y espacios públicos urbanos.
TMN también habló de este problema en un artículo anterior: “Torres de celular impedidas”. El presente artículo da unas precisiones adicionales sobre que pasa exactamente.
Escuchar las quejas de estas comunidades es siempre, para nosotros, un momento doloroso. Es doloroso por los terrores inexplicables que se evidencian sobre la noción de radiación.
Significa que hemos fallado en hacer entender que el riesgo es inexistente, y, sobre todo, sentimos que no nos creen.
Así que, sobre este terreno, no intentaremos convencerlos de que las leyendas urbanas sobre los riesgos causados por las antenas de celular son infundadas.
Hay, sin embargo, un dominio que vale la pena abordar, y que es más fácil de entender para todos: por qué están instalando tantas antenas, y quién las instala.
Por qué tantas antenas
El desconocimiento de las necesidades de las redes celulares es casi total, fuera del minúsculo círculo de los especialistas.
Para describirlo de manera sencilla, cada estación es una fuente de tamaño fijo que alimenta todos los teléfonos que se encuentran bajo su cobertura.
Si la estación cubre un área grande, la cantidad de teléfonos será grande y el ancho de banda por teléfono más reducida (de manera simplificada, el recurso está dividido por la cantidad de teléfonos).
En una ciudad grande, la cantidad de teléfonos por estación se cuenta en miles (cifra que va creciendo).
Es por esta simple razón que los operadores quieren aumentar la cantidad de estaciones. Se dice que “densifican su red”, para que la congestión baje y el servicio se mejore.
Como es una necesidad estratégica de los operadores de redes celular, es un área de negocio en crecimiento rápido.
Quién instala las antenas
Hagamos, primero, una pequeña corrección: las antenas están montadas en techos de edificios o en torres o postes especializados. Se trata, aquí, tanto de las torres como de las antenas.
Una torre hospeda generalmente varias antenas, a veces de varios operadores.
¿Cómo puede haber varios operadores en una misma torre? Es la pregunta interesante y la que está de actualidad.
Los operadores consideraron, para “optimizar” sus organizaciones, que muchas actividades debían ser subcontratadas. Es el caso de las operaciones de instalación y del mantenimiento.
Varias empresas se pillaron la siguiente posibilidad de negocio: si los operadores quieren subcontratar, muy probablemente estarán interesados en alquilar sitios para sus estaciones.
Más exactamente, lo que proponen es de conseguir sitios estratégicamente ubicados, donde construyen estructuras (postes, torres) en las cuales alquilan espacio a los operadores que colocan allí sus equipos.
Estas empresas se la pasan buscando ubicaciones, que luego van a negociar con las alcaldías. Todos salen ganando…
… Menos las comunidades que se despiertan una mañana para ver que una de estas estructuras se instaló, discretamente, durante la noche, y, con razón, se sienten engañadas.
Quién autoriza
No es especifico de Bogotá o de las demás ciudades grandes de Colombia, es un fenómeno mundial. Obviamente, empresas y alcaldías saben muy bien que eso está muy mal hecho.
Pero es un negocio redondo y muy jugoso para todos. Los operadores se quedan cayados, felices de poder quedar en la sombra.

Hay, sin embargo, límites a esta táctica de los tres monos.
La primera es que el cronograma para que este negocio funcione es muy apretado, lo que excluye esperar que administraciones demoradas entreguen a tiempo los permisos.
Así que, por lo general, empresas y alcaldías “anticipan” las decisiones.
La segunda es que las comunidades son personas que votan. Son, entonces personas que hay que cortejar para la próxima elección.
Las alcaldías fingen sorpresa (las empresas no se atreven a instalar sin su acuerdo), o se esconden detrás de declaraciones seudo legales …
… Hasta que una administración más global decide verificar si los requisitos legales fueron respetados. Es, por ejemplo, lo que acaba de pasar en Bogotá:
¡Vaya sorpresa!
La única buena noticia es que los riesgos para la salud son inexistentes. Los demás, por el contrario (polución visual, invasión abusiva del espacio público, corrupción, irrespeto de las comunidades), son reales y ardientes.
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