Grado de dificultad: 1 (Historia de un engaño… Me parece.)
Columnista: Roberto
Opinión personal de un gamer, sobre la evolución reciente de las plataformas de videojuegos.
Las plataformas de juegos, creación del siglo XXI
Inicio de STEAM
Hace poco, compré en la reconocida plataforma “STEAM” mi juego n° 61.
¿Impresionados? En realidad, no es tan espectacular: conozco STEAM desde el inicio de este siglo, casi desde su creación.
Me sirvió para probar mi primera conexión de “banda ancha” después de los módems telefónicos.
Un cálculo rápido indica que compré del orden de 5 videojuegos por año. Sí, lo reconozco, soy coleccionista de juegos.
La disponibilidad de la plataforma STEAM, en su época, solucionó el problema de la escasa disponibilidad de los juegos en tiendas.
Antes de eso, era un desespero ir a buscar juegos. Así que en los primeros años me di gusto en conseguir muchos juegos que me causaban curiosidad.
Luego me calmé… Ayudado por el precio creciente de los juegos que aparecieron.
Nota: por cierto, varios videojuegos de mi colección son “gratis”, lo cual, sin tranquilizarlos sobre mi estabilidad emocional, les indicará que mi presupuesto no es tan grande.
Los juegos se volvieron cariñosos
La realidad es que comprar un juego se volvió, progresivamente, una decisión difícil.
La plataforma que conocía empezó a proponer promociones, lo cual fue una buena idea: no había necesidad de piratear conseguir versiones de prueba por medios alternos (complicado, peligroso y poco ético).
Aparecieron otras plataformas, de empresas grandes y envidiosas por las ganancias que se les escapaban.
Blizzard creó “Battle Net” (#Diablo3) y Electronic Art creó “Origin”.
Seguían siendo casos puntuales.
Hace pocos años, apareció un nuevo concepto: por una suscripción anual, uno podía tener acceso a decenas de juegos licenciados.
“Puede ser”. Hice el intento con “Origin”, tanto por curiosidad como por los juegos que proponían.
“Netflix” de los juegos
Desde el año pasado, la situación se puso más pesada: se multiplicaron las plataformas, con una gran cantidad de juegos duplicados de una a la otra.
Nota: Si ven una analogía con las plataformas de streaming, tendrán toda la razón.
Una plataforma se puso a proponer juegos gratuitos cada 15 días, lo cual es bastante revelador del valor real de los juegos.
Con la entrada agresiva de Microsoft, y de su propuesta “Xbox Game Pass”, se inició una nueva fase, con un incremento en el costo de la suscripción.
La jugada es hábil: nos presentan un precio por mes (sabiendo que hay que multiplicar por 12 para alcanzar un año).
Por supuesto nos tratan de seducir con una lista impresionante de juegos.
De manera muy lógica, eso hizo que la competencia revisara su oferta y propusiera algo similar (con muchos juegos en común).
Versiones de lujo…
Es lo que me disgustó: en Origin, aparecieron dos opciones, la opción “Basic” (la anterior) y una versión “Premium”, con la cual se tiene acceso a “más” juegos, y muuuucho mejores.

Se volvió como en los aviones:
- De un lado de la cortina están primera clase y clase ejecutiva, a quienes les sirven champaña de verdad a su subida al avión, y que se pueden emborrachar durante todo el viaje,
- y del otro, la clase “económica”, los que reciben un sándwich de 3 cm2, y el desprecio de la tripulación.
Es la impresión que deja esta nueva lógica. No sé si muchos jugadores lo aceptan, no soy de esos.
Comprar o suscribirse, esa es la pregunta
Sindroma del hotel de lujo
O más exactamente, a quién se dirige la propuesta de contratos anuales.
Veamos: un juego “pesado”, comprado, cuesta aproximadamente el precio de una suscripción anual (hasta menos, de hecho).
Estos juegos tienen una vida útil larga (desde varias semanas hasta varios meses, porque uno realizará varias “campañas” con varios perfiles de personajes – o de vehículos).
En otros términos, un gamer no juega sino a uno o dos juegos por año, y quiere conservar sus juegos preferidos.
¿Para qué le sirve una suscripción anual? Es hasta contraproducente.
Se parece (otro ejemplo tomado del mundo del lujo) a estos hoteles prestigiosos:
El buffet de desayuno rebosa de comida, cuando uno, en su vida normal, se toma un simple café por la mañana.
Los visitantes del hotel se sirven bandejas enormes, que no van a comer (o, peor, tal vez sí).
De la misma manera, ¿para qué me sirve tener acceso a centenares de juegos, si escasamente jugaré dos (que ya tengo en mi colección)?
Peor: si un juego me gusta, no me pertenece nunca.
Quiero MIS juegos
Eso me dije en un acceso de enojo… Cuando vino el momento de renovar mi suscripción, no lo hice. Los juegos que me gustaban, ya los había comprados individualmente.
A los vendedores, les gustaría que asimilemos los juegos a los contenidos audiovisuales que se consumen en streaming.
Pero hay una diferencia importante: un juego durará semanas o meses, no “minutos”, algo que genera costumbres (hasta afectos).
“¿Comprar sus juegos o pagar una suscripción anual?”, la pregunta que me hice, otros gamers se la harán.
Mi respuesta fue, digamos, “económica y de sentido común” (después de tres años…)
“Qui trop embrasse, mal étreint” Proverbio francés
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