Grado de dificultad: 2 (Sin embargo, es menos difícil de lo que parece. Hay enlaces hacia textos extrangeros).
Columnista: Roberto
En el primer capítulo de este artículo, empezábamos “expresando dudas” sobre la existencia del “Internet de las Cosas” (“IoT”).
Los objetos conectados son una realidad multidimensional y multipropósito.
Así que reunir elementos tan divergentes bajo un mismo acrónimo, “IoT”, es una idea extraña.
A menos que sea por otra razón…
Dudas ya existentes
Buscamos, entonces, el origen de este concepto fantasma. Resulta que TMN se interesó muy pronto en este tema.
Fue cuando hablábamos de la “5G” (término comercial que se refiere a una evolución tecnológica de celular llamada “IMT 2020”):
La 5G – Crónica de un éxito anunciado
El “ingenio” de las presentaciones comerciales en tratar de complicar las cosas era, para nosotros, ya una señal.
« Ce que se conçoit bien s’énonce clairement » – Nicolas Boileau – extracto de Art poétique (1674)
La diapositiva a continuación es representativa de este deseo de confundir al público:

Nosotros, aguafiestas, hacemos preguntas indiscretas sobre lo que aparece en esta diapositiva.
- “Ultra low complexity”, no parece tener un impacto muy relevante en el panorama,
- Unos términos no parecen específicos del dominio celular: “Extreme data rates”,
- Otros no parecen referirse a algo identificable: “Deep awareness”, “Extreme user mobility”,
- Y otros parecen describir algo completamente opuesto a las propuestas de estructuras de red 5G actuales: “Ultra high density”, “Extreme capacity”, “Deep coverage”.
La idea parece ser “llenar una diapositiva” para que parezca compleja.
Lo más sorprendente, sin embargo, es la voluntad de discriminar en varios (3) grupos la noción única e indiferenciada de “Internet”, que se refiere a todos los anteriores.
Es en este entorno que nació la noción de “Internet of Things” – IoT – Internet de las Cosas.
La “5G”, catalizadora de una voluntad obscura
Una escasez crónica en las redes de celular
El problema parece relacionado con la telefonía celular (que ya no es telefonía, como lo hemos visto en el capítulo anterior).
Ocurre que la telefonía celular, inicialmente dedicada a las comunicaciones de voz, siempre tuvo un déficit de capacidad para transportar “datos”.
Por eso, en “2G”, los operadores y los constructores buscaron una manera de limitar el volumen de datos transmitidos:
- Reduciendo la resolución de las imágenes y de los videos,
- Aumentando la tasa de compresión,
- Estableciendo una escala de prioridad según la importancia de los datos (voz es de prioridad superior a video, por ejemplo).
Sin embargo, la llegada de 4G mostró una debilidad que se había logrado esconder hasta ahora: la estructura de las redes no permitía aguantar el aumento del tráfico.
Por eso se habla, en la diapositiva, de “Ultra high density”, y la falla no es tecnológica sino estructural.
Para aguantar muchas conexiones simultaneas, las redes necesitan tener muchos “nodos” (o “celdas”), y están muy lejos de tenerlas.
Por eso, las mejoras tecnológicas son insuficientes para luchar contra este crecimiento exponencial.
Entonces, por motivos financieros, los operadores decidieron mantener el consenso y siguieron limitando el volumen de los datos que pasan por sus redes.
Los usuarios no son bobos
A partir de “4G” (LTE), las tecnologías de celular dejaron de ser específicas para volverse simplemente “Internet” (perdiendo su especificidad frente a WIFI, por ejemplo).
Resulta que WIFI llegó temprano a los smartphones, para luchar contra la lentitud y la limitación de las redes celulares. Los usuarios entendieron muy bien que eso era una solución.
WIFI se volvió una de las características principales de los smartphones, y sus usuarios se acostumbraron no solo a usarlo en sus hogares, sino también a saltar de una red local WIFI a otra.
Hoy en día, un smartphone pasa la gran mayoría de su tiempo bajo la cobertura de una red local WIFI.
Por otra parte, hablando en términos comerciales, el sector de negocio de las redes de celular se volvió un “mercado maduro” (“estabilizado” y hasta “en lenta erosión”).
Casi todo el mundo tiene un smartphone, y considera que la calidad del servicio no justifica comprar uno nuevo sino para reemplazar uno demasiado viejo, cada tres o cuatro años.
Para los fabricantes, es una situación preocupante.
IoT, parte de la mitología 5G
La parte celular está perdiendo terreno.
“5G” (no como tecnología, sino como concepto comercial) es la manera que encontraron los estrategas y expertos en comunicaciones para intentar revivir un sector en descenso.
Los objetos conectados son una parte importante de esta estrategia: el mercado de los smartphones no progresará, pero el de los objetos conectados, sí.
Sin embargo, este mercado no tiene el crecimiento que les gustaría a los promotores de la 5G.
Además, como lo hemos visto a lo largo de este artículo, no se trata de un “bloque” compacto sino de usos distintos y divergentes.
Si usos como los de los servicios públicos tiene terminales conectados que pueden sacar provecho de conexiones celulares, nuestras casas solo necesitan redes locales (cableadas o WIFI).
Las redes de cámaras de vigilancia tampoco parecen un blanco evidente para redes 5G que no existen todavía.
IoT hace parte de una mitología, en la cual la 5G sería el futuro de Internet. Y parece solo eso: “una mitología”.
Un sueño a punto de esfumarse
Para justificar una red de celular, se necesita lo que los operadores llaman “tráfico outdoor” (AKA cuando uno sale, por fin, de su casa, y espera contar con una cobertura celular).
Es la razón por la cual están promoviendo los sistemas de localización (porque el smartphone está en movimiento, bajo cobertura celular).
También es la razón por estar promocionando los vehículos autónomos (que esperarán otra década más para volverse una realidad).
Entonces, empiezan a soñar en este mundo futuro, donde todo estará conectado de manera inalámbrica…
… Pero, mala suerte, este sueño está a punto de esfumarse: Starlink empezará a operar desde este año (2020) y hará exactamente eso, no la 5G.
Las redes metropolitanas y las zonas apartadas se interesarán rápidamente en Starlink, o OneWeb, o en Kuiper (con la condición de que sus tarifas sean razonables).
Es donde la paradoja aparece a plena luz: los objetos conectados no están conectados a redes celulares (casi nunca). Lo importante es Internet, no un modo de conexión en particular.
Otras motivaciones obscuras
Una motivación distinta de las redes celulares es la de los creadores de infraestructura de Internet.
Están muy molestos de ver que nuevos servicios virtuales se aprovechan de ellos sin contribuir a la ampliación de “los tubos” de Internet.
Les encantaría poder discriminar los tipos de tráfico (siendo el streaming el acusado principal), y cobrar de manera diferencial por cada tipo de uso.
Se concretó en Estados Unidos por la supresión de la regla de “Neutralidad de Internet”.
El artículo Wikipedia sobre la Neutralidad de red lo explica bien.
Esta supresión no es casual: apunta claramente hacia autorizar a los operadores de infraestructura a discriminar los contenidos.
No se trata solo de cobrar más algunos servicios.
La supresión de la neutralidad autoriza a los que conectan objetos a través de redes cerradas a recolectar sin control, datos de sus usuarios.
Los Smart TV, las tiendas de “apps” para smartphones, los “ayudantes” de casa, las neveras y aspiradoras conectadas, los smartwatches, están en este caso.
Los objetos conectados son una realidad tecnológica. El acrónimo “IoT”, al contrario, representa algo menos real y legítimo.
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