Grado de dificultad: 3

Columnista: Roberto

Textos originales en TMN

Hablamos de otro elefante en la sala.

Recientemente, hemos propuesto a nuestros lectores dos textos de escritores conocidos. Estos textos cortos no fueron inicialmente publicados de manera aislada, sino que hacían parte de colecciones de historias bajo un título común.

Nota: las publicaciones son “Afuera” de Brian Aldiss y “El Terrible Anciano” de HP Lovecraft.

Es una situación muy habitual en literatura: los escritores no siempre escriben novelas largas. No por eso estas historias individuales son sin valor artístico o creativo.

Los textos originales de ambas historias eran en inglés.

Las versiones que les hemos propuesto son traducciones que no vienen de casas de ediciones conocidas y comerciales, sino son el resultado de un trabajo, “benévolo”, de personas enamoradas de la literatura en general, de la ciencia ficción y del fantástico en particular.

La honestidad nos obliga a decir a todos ustedes que la situación de estos regalos está en un limbo (jurídico/comercial).

Es probable que la combinación de varios factores:

  • que sean traducciones y no los originales como tal,
  • que estas traducciones sean obras de personas que no están bajo contrato de una editora,
  • que sean extractos reducidos de colecciones más grandes,
  • que no hayamos pedido ninguna remuneración para su aparición en TMN,
  • que sean obras antiguas,

proteja la permanencia de estos textos entre nuestros otros posts… Sin embargo, no tenemos ninguna certeza de eso. Puede ser que tengamos que removerlos en un futuro cercano (o más lejano).

Nota: para ustedes, lectores de TMN, es mejor que los descarguen en sus computadores personales (no se sabe).

Una situación bélica

Derechos, una noción relativa

Si los términos que hemos utilizados en el capítulo anterior les parecen expresar algo de subversión, es porque (de alguna manera) es el caso, aunque nuestro propósito no es declarar la guerra a nadie.

Existen organizaciones que “protegen los derechos de autores”, o, más exactamente en este caso, los que detienen los derechos sobre las obras (Brian Aldiss murió en 2017, Howard Phillip Lovecraft falleció mucho antes, en 1937).

Entendemos el principio de protección de las obras: algunos de nosotros fueron autores de patentes de invenciones, caso que debería ser tratado de la misma manera… Solo que no es así, justamente.

Una patente se paga y dura solo 5 años, eventualmente renovable una vez. Al opuesto, el derecho sobre una obra dura hasta 70 años después del fallecimiento del autor.

Los “especialistas” de estos derechos explican, sin reír, que es para proteger la familia del difunto. En otros términos, sería una hazaña ser familiar directo de un artista sin nunca haber tenido ningún talento.

El sarcasmo anterior es por supuesto mal dirigido: los familiares no tienen nada que ver en esta astucia, esencialmente elaborada para los “detentores de los derechos de la obre” que, milagrosamente, son las sociedades editoras.

También, uno se puede preguntar a que exactamente se refiere el término “talento”. La verdadera definición parece ser “que hace ganar plata a un editor”.

Derechos de autores y “Copyright”

Los principales enemigos del sistema de derechos de autores son sus propios instigadores. Hay dos nociones que enfrentan: de un lado un intento de proteger la paternidad e integridad de una obra, del otro el derecho a reproducir, a vender esta obra.

Adivinaran fácilmente cual de los dos es el considerado el más importante (cuando la palabra clave es ganancia, hay plata en juego, y la paternidad y la integridad de una obra se vuelven parámetros negociables).

Nosotros, todos nosotros, tenemos muy poco o ningún derecho a opinar en esta contradicción. Las leyes (son efectivamente leyes) vienen según los casos del siglo XVII o de la mitad del siglo XIX, y los ciudadanos normales fueron cuidadosamente mantenidos alejados del tema.

La preeminencia de Internet volvió esta discusión muy académica y las interdicciones contraproducentes.

Podrán entonces preguntarnos porque nos atrevemos a hablar del tema, cuando podemos estar en riesgo.

La razón principal es que en realidad este riesgo empezó mucho antes: adornamos nuestros artículos de ilustraciones, y ponemos vínculos hacia sitios externos.

De lo que hemos entendido, ni siquiera el hecho de que las fotos que insertamos en los artículos sean de creación propia nos protege.

Siendo así, es para nosotros una manera de mostrar transparencia. ¿Qué más podemos hacer?